Acabamos de pasar el ecuador de los años 70. Es una noche fría de Febrero. Llueve intensamente. En un chalet a las afueras de la gran capital se reúnen dos hombres. Uno de ellos es el presidente del gobierno de un país que hace muy poco acaba de enterrar al dictador, que durante casi cuarenta años ha sido el
dueño y señor del destino de sus ciudadanos. El otro, uno de los principales líderes políticos, de un partido que desde el exilio y la clandestinidad ha luchado contra el Régimen represor. Es un encuentro secreto, mantenido a espaldas incluso de los suyos.
Mientras fuera arrecia la tormenta dentro estos dos hombres discuten, desarrollan estrategias, se interpelan, se recriminan, se ponen a prueba y se amenazan. Hablan el pasado, del presente y del futuro. Tienen claro que gane quien gane esta batalla nunca debe perderla el país. Ambos son conscientes del momento histórico que están viviendo y desde sus posiciones, aparentemente antagónicas, deben llegar a un acuerdo que suponga llevar al país a un nuevo tiempo llamado DEMOCRACIA. Pero son
numerosos los factores que pueden dar al traste con este acuerdo, y muchas las sombras que se ciernen sobre “EL ENCUENTRO”.