Oceanía es el testamento artístico y vital de Gerardo Vera. Es el último proyecto que parió antes de que el coronavirus se lo llevara prematuramente, y sin duda el más ilusionante de los miles de trabajos realizados a lo largo de su medio siglo de carrera en pantallas y escenarios.
Oceanía es el recuerdo de una vida apasionante. Es el retrato de un país y de una época. Es la mirada otoñal de un hombre excepcional que un buen día sintió la necesidad de poner negro sobre blanco la historia de su vida. Cientos de páginas en las que plasmó sin pudor una realidad tamizada por el velo del recuerdo: su infancia privilegiada, la dolorosa ruina de su familia, el nacimiento de su eterno amor por el cine, el descubrimiento del amor, el desgarro del desamor, el compromiso político, el odio al padre, la reconciliación a través de la compasión. Y el germen del teatro, su verdadera pasión que le acompañó hasta sus últimos días.
Oceanía es el resultado de la destilación de esas páginas en forma de monólogo. Es un texto en el que Gerardo y yo trabajamos mano a mano durante meses, y cuyo resultado final, este que aquí presentamos, le llenaba de orgullo.
Oceanía es un sincero y profundo homenaje póstumo de su familia teatral, encabezada por Carlos Hipólito, que con gran generosidad no ha dudado en meterse en la piel de Gerardo sin Gerardo, y José Luis Arellano, que recogió el testigo de su maestro y amigo para terminar lo que él había empezado.
Oceanía es el cumplimiento de una promesa, la que le hice a Gerardo poco antes de morir y que desde ese momento se convirtió en una obsesión para mí.
Oceanía es ya una realidad, Gerardo, y te la debemos a ti.